Tras casi cinco horas de espera, llegó a Cienfuegos la Caravana con las cenizas de Fidel. Tarde, casi tanto como aquella noche del 6 de enero de 1959, entró acompañado por la multitud, sus gritos, vítores, consignas, lágrimas…
La circunstancia jugó ahora una mala pasada: la base Naval de Cayo Loco no resultó destino de la peregrinación. La demora del recorrido y lo tardío del recibimiento impidieron prolongar la estancia.
Nada pudo contener el espontáneo tributo del pueblo, que prefirió el desborde emocional a lo organizativo. De la Calzada de Dolores y el parque Villuendas corrieron hacia el Paseo del Prado; lo mismo desde el parque Martí, y ya en el regreso de Punta Gorda, cuando la despedida definitiva era inminente, el Prado se estrechó en un adiós interminable.
El pueblo quiso darle el último adiós, que es solo un “hasta siempre”.
Fotos Modesto Gutierrez Cabo y Aslam Castellón